La Galería Javier López presenta la primera exposición individual de Phil Frost (Jamestown, Nueva York, 1973) en España. En ‘Intuitive Mathematics’ se incluyen obras recientes que evidencian su relevancia y el amplio alcance cultural que ha logrado como destacado artista contemporáneo. Este pintor autodidacta residente en Nueva York ha desarrollado una estética coherente y totalmente reconocible, indisociable de su nombre, a la que él define como “retratos intuitivos perceptivos”. El título que Frost ha escogido para la exposición, con sus múltiples significados, alude a una acumulación gestual de información sígnica, a una persistencia rítmica basada en contar, cantar y latir, que decodifica una percepción interna de una epifanía interactiva. El lenguaje visual de Frost combina capas de formas blancas planas, similares a máscaras de una cultura indeterminada, con sinuosas siluetas de atrevidas y fluidas tipografías. Estos signos gráficos parecen bailar sobre vigorosos espectros de colores pictoricistas, configurando bustos de largos cuellos y repeticiones de rostros que se pronuncian como sus retratos intuitivos.
Phil Frost pasó su infancia en zonas rurales del oeste de Massachusetts, donde creció buscando, y a veces encontrando, hachas y puntas de flecha en los campos de cultivo y bosques indios, tesoros desenterrados que quedaron grabados en su mente. Desde una edad temprana hizo uso de una fuente natural que encontró lindando con el bosque y que era un surtidor de arcilla, sentándose en el borde y formando figuras con las manos. Estos paseos arqueológicos supusieron una importante influencia, que se ha mantenido y revelado después como inspiración cuando comenzó a trabajar con objetos encontrados, como una manera de presentar el tránsito real de su vida gestual en el contexto de un pasaje visual pintado; una representación para articular cómo el ahora provoca un linaje de experiencia en el tiempo y en el espacio que se forma física e intuitivamente desde lo que hay entorno a él.
Más tarde, siendo ya adolescente, se mudó junto con su hermana menor y su madre, que le había criado en solitario, a Cooperstown en Nueva York durante unos dos años. En este período profundizó en su temprana fascinación por el béisbol y especialmente por la posición del lanzador y el gesto en forma de arabesco descrito por el bate al moverse. Salía a menudo a patinar con los amigos por la ciudad de Nueva York, donde tomó conciencia y creció su interés por el graffiti y la creación de trazos anónimos.
Sus primeros trabajos con tipografía fueron realizados dejando fuera el espacio negativo creado por las formas de las letras y utilizando el blanco para resaltar o generar patrones formales aleatorios como reacción frente al color. Los esquemas fluidos y serpenteantes de siluetas blancas que a menudo dominan sus obras más recientes derivan de una evolución progresiva en la reducción de palabras que a menudo forman una lengua sin sentido a modo de cántico tejido en torno a los distintos estratos de sus retratos.