Resulta complicado encarar el tema de la sexualidad en el arte contemporáneo y su aprobación o rechazo, aceptación o censura. Pero ¿por qué es tan difícil? En último análisis, esto se basa en el hecho de que el sexo es uno de los impulsos primitivos fundamentales y un factor dominante de la parte animal de la naturaleza del hombre. “La exuberante sexualidad significa en nosotros – decía Georges Bataille – la pervivencia de la vida animal”. Esa parte animal tiende a ser negada y ocultada, propiciando también una excesiva intimidad del tema, intimidad convertida finalmente en un secreto indecente. El sucio secretito que prostituyó una función natural y la convirtió en un misterio lascivo, en vez de ser un proceso tan instintivo y natural como beber y comer. “El sexo – decía también Bataille – es en suma una cosa, del mismo modo que un pie”.
En cambio, se ha vivido la sexualidad en una especie de mitología de la culpa, donde el placer sexual en general y sobre todo el goce femenino, han sido perseguidos por casi todas las religiones, desde el ocultamiento y la negación del cuerpo, hasta la ablación del clítoris. Por el contrario, el libre disfrute de la sexualidad convierte a las mujeres y a los hombres en seres poderosos y felices, y más difíciles de controlar.
¿De dónde surge este tabú? ¿Qué es aquello que tanto nos asusta del amor sexual y de la experiencia de lo bello?
Sin duda hay una historia de la sexualidad. Simone de Beauvoir nos enseñó a desconfiar de la biología y a reconocer que toda conducta sexual es una conducta cultural. Por su parte, Michel Foucault nos enseñó el modo en que las recomendaciones higiénicas y terapéuticas - el saber sobre el cuerpo - se terminaban imponiendo en una especie de disciplina sobre los cuerpos mismos. La proscripción de la homosexualidad, por ejemplo o la configuración de la heterosexualidad como sexualidad normalizada, que terminaba imponiendo la norma sobre todas las otras formas de sexualidad. ¿Pero el erotismo mismo, ha cambiado verdaderamente tanto? ¿Hay verdaderamente una historia del erotismo? Bataille sugiere que el erotismo no puede ser pensado, tanto en su expresión como en su represión, al margen de la experiencia religiosa.
El Diccionario de la Real Academia de la lengua española, distingue entre sexualidad, como: 1. “conjunto de condiciones anatómicas y fisiológicas que caracterizan a cada sexo”, y como 2. “apetito sexual, propensión al placer carnal”; del erotismo, del que menciona las siguientes acepciones: 1. Amor sensual. 2. Carácter de lo que excita el amor sensual. 3. Exaltación del amor físico en el arte.
Es posible que esa distinción entre anatomía y fisiología - característica de la sexualidad – y la exaltación del amor físico en el arte, propia del erotismo, toque la diferencia entre arte y naturaleza en la que quisiéramos centrarnos. La sexualidad es naturaleza y fisiología. El erotismo es el tratamiento artístico de la misma.
El desnudo era muy inusual en el arte español del siglo XVII, siendo oficialmente desaconsejado. Tanto la pintura como la exposición en público de un desnudo lascivo, entendiendo por tal en términos generales el desnudo mitológico, se consideraban pecado mortal. Sin embargo, dentro de círculos intelectuales y aristocráticos, eran admitidos como objetos artísticos, dejando de lado la cuestión de su moralidad.
¿De dónde procede que el arte erótico sea perseguido, suprimido, tapado o censurado? Por citar algunos ejemplos inmediatos: ¿por qué todavía no se pueden ver erecciones masculinas en las películas o consideramos inmoral que los niños puedan ser retratados desnudos? ¿Por qué resulta tabú ver la vida erótica de minusválidos y ancianos? No es fácil encontrar series de incesto o poligamia en la televisión. Publicar fotografías de desnudos en las redes sociales, aún está vedado. E incluso varios de los artistas de Éros c’est la vie, nos han ido contando que aún está patente el profundo miedo al desnudo y a la piel. Por diversos motivos o con distintos pretextos, muchas de sus obras han sido eliminadas de diversas exposiciones.
No soportamos la vibración de la desnudez por ser muy alta, no sabemos llevar su simpleza natural, pues su pureza quema. Su bondad y limpieza son salvajes. La desnudez conecta con el no conflicto, con la verdad, y con el estar predispuesto. Ocultamos nuestro cuerpo para recrear el artificio que esconde la verdad. En cambio la pintura o el dibujo convocan la fuerza de la desnudez.
El hombre de Vitrubio, pintado por Leonardo es un ser humano desnudo. Ocho extremidades y una cabeza. Se encuentra en el centro de un círculo, inserto a su vez en un cuadrado. Nos habla de una integración plena del hombre en el cosmos. “El inicio de los genitales – escribe Leonardo – marca la mitad de la altura del hombre”. De modo que entonces el centro del hombre y el centro del cosmos se encuentran a su vez en los genitales. El desnudo representa la verdad. Lo sencillo y verdadero son los genitales, y los poderes cósmicos que de ellos emanan. Las fuerzas productivas y reproductivas.
Freud lo afirma con claridad en El malestar de la cultura: “el amor sexual nos proporciona la experiencia placentera más poderosa y subyugante, estableciendo así el prototipo de nuestras aspiraciones de felicidad”. Como tal prototipo de felicidad, el amor sexual es convocado en el erotismo, tratando de satisfacer en nosotros la ambición de una vida plena. Por eso Freud señala más adelante “el caso interesante de que la felicidad de la vida se busque ante todo en el goce de la belleza”. De manera que entonces el arte erótico bien podría ser el más completo de los géneros de las artes, precisamente por estar sutilmente lleno de luces, encantos, pulsiones, sombras, revelaciones o escondidas sendas de la sexualidad, expresión carnal de sus mil formas y fantasías. Satisfacción ideal de una vida plena.
Arturo Prins, Sofía Fernández, Miguel Cereceda