Esta tercera exposición individual del artista Eduardo Sarabia (Los Ángeles, 1976) en la Galería Javier López expande una conversación iniciada con sus muestras Intrahistorias (2019) y Expediciones (2020), ahora centrada en su investigación pictórica con una selección de lienzos y papeles recientes. En esta nueva propuesta, Sarabia continúa su reflexión sobre el viaje, pero en esta ocasión el tránsito está vinculado a una suerte de introspección, una pulsión que responde a la búsqueda de lo familiar, la calidez de lo cotidiano, a la importancia del paisaje y la re-conexión con la naturaleza, como una forma de resistencia frente al confinamiento, y a todo lo que la pandemia ha traído consigo. Como la flor está dedicada a la memoria y al afecto.
Esta serie de pinturas que se presentan por primera vez se enmarca dentro de un proyecto conceptual en curso, quizá su cuerpo de trabajo más vulnerable, personal e íntimo. Interesado por el modo en que procesamos la información, una faceta significativa de su obra es cómo una cosa engloba y abraza a otras, o cómo algo permanece oculto a plena vista pero presente, como una huella. En la serie Tainted, donde los rostros aparecen cubiertos por capas de pintura, una ocultación niega al observador la imagen a pesar de que ésta se presenta desde el principio. En Painted Memories amplía pequeñas instantáneas de amigos y colaboradores que ha usado como paletas, las figuras se deshacen en manchas de pintura, transformándolas así en representaciones resonantes.
Esta práctica parte de la digitalización de fotografías personales de amigos, familiares, reuniones y vacaciones, que son llevadas a grandes formatos como una manera de enfatizar el momento, el relato y el gesto. En estas últimas obras distinguimos escenas playeras de cielos despejados, palmeras, cactus y otras plantas, una silueta recortada al atardecer… Los retratos y paisajes que son o han sido parte de la vida del artista quedan interrumpidos por retazos de colores vibrantes, nubarrones, espirales y estallidos de un color pastoso y visceral, que a su vez llaman a la memoria un tiempo otro puesto que están vinculadas a otras obras. Las manchas que habitan cada imagen fueron la paleta de otro momento pictórico. A pesar del borrado, se pueden intuir las imágenes cotidianas subyacentes capturadas por alguien al otro lado de una lente fotográfica, imágenes que resultan familiares y ajenas al mismo tiempo, reconocibles y oníricas, entretejiendo tiempos, realidades y ficciones.
Las referencias autobiográficas son suprimidas o quedan veladas, el distanciamiento que adopta Sarabia permite una interpretación abierta al dejar un espacio para las percepciones y emociones del espectador. Son obras misteriosas, seductoras e impactantes, que vistas de lejos tienden a la abstracción y de cerca muestran una técnica fotorrealista, apostando así por la importancia del ejercicio pictórico. Definido como un notable narrador, las historias son su materia prima. A través de sus viajes analiza cómo nuestra comprensión del mundo y de los lugares que habitamos se construye a través de hechos y ficciones. Su personal código visual deriva de sus propias vivencias y experiencias, pero también de la ficción que acompaña a la construcción del relato.
Precisamente como una forma de articular experiencia de vida y producción artística, el trabajo de Eduardo Sarabia se desarrolla desde otros proyectos satélites. Su participación en Blue Room y su labor desde espacios de arte contemporáneo como The Mistake Room (Los Ángeles), PAOS GDL, Museum of Contemporary Art Denver, de los cuales es consejero; la incitación al encuentro desde su bar Kissa (Gdl), Tequila Sarabia y Mezcal La Otra; el proyecto de moda y diseño Oro + Oro; la búsqueda del tesoro y su asociación al equipo de béisbol mexicano los Mariachis de Guadalajara. Todos estos proyectos le permiten transitar y explorar distintas fórmulas de creación de vínculos, de construcción de relatos y de investigación socio - cultural. Eduardo Sarabia vive y trabaja desde Guadalajara (México).